Artículo de Alejandro de Barbieri.
La semana pasada se dieron a conocer las nuevas cifras vinculadas al
consumo de drogas de los uruguayos. Según estos datos, los uruguayos
bebemos más y fumamos menos que hace cinco años. El 25% de los
consultados tiene una relación problemática con el alcohol (para que
usted lo visualice mejor, más de 250.000 personas). Otro dato que surge
es que los psicofármacos se han extendido como si fueran analgésicos
dice el informe…
Para mí, no hay “como si”, son analgésicos directamente, calman el
dolor, para éso se fabricaron y hay personas que sí los precisan y que
son literalmente vitales para ellos
¿Pero qué nos ha pasado como sociedad, qué dolores que antes se
resolvían en el seno familiar, o en la escuela y con amigos, ahora no se
pueden resolver? Lo que pasó es que ya la familia no puede sostener los
dolores que sostenía antes. Nosotros mismos, cada uno de nosotros no
somos los mismos. El pediatra Aldo Naouri, afirma que el niño de hoy ha
madurado biológicamente muchísimo, pero ha retrocedido psicológicamente.
No es el mismo, es más inmaduro, frágil y dependiente, por lo tanto
debemos retomar nuestro rol de padres, del cual hemos claudicado, para
volver a reparar el psiquismo dañado y poder dejar para el futuro niños
más fuertes que no necesiten de analgésicos, si no cada vez toleraremos
menos, y no se dará abasto con los centros para tratamientos para
adicciones.
Toda esta introducción tiene como objetivo partir de lo que pasa
actualmente para poder trabajar con nuestros niños, para ayudarlos a
prevenir adicciones o una “vida de consumo” como dice Z. Baumann.
Vivimos una vida de consumo, desde que el niño nace lo empachamos de
cosas, de regalos, de comida, de juguetes ya hechos y no dejamos espacio
para el aburrimiento, para el silencio, para la creatividad
Niños empachados se podría llamar esta columna, por lo tanto nuestra
tarea consiste en el “desempacho”, ayudar a que se desempachen. Empacho
no es felicidad dice mi amigo y autor especialista en vínculos: Sergio
Sinay. Asociar empacho a felicidad, es parte del camino que hace que el
niño desarrolle poca o casi nula capacidad para tolerar la frustración.
Cuando éramos niños, en nuestra generación (aclaro que ya pasé los 40…)
pedíamos la bicicleta para papa noel y esperábamos todo el año…
ESPERÁBAMOS TODO EL AÑO. Esto ya no pasa, los niños no pueden esperar, o
el propio padre no puede esperar, que es todavía más grave.
Y así los ejemplos que ustedes conocen y viven a diario, y yo también
claro, no nos dan tiempo para esperar cuando ya estamos dándole de
empachar al nene.
¿Cuál es el momento más feliz de un perro? ¿Cuando usted está por darle
de comer, o cuando le da de comer? ¡Cuando usted le está por dar de
comer! Esa es la felicidad! los niños de hoy en día, deberían ser
educados por docentes que no les den de comer, sino que “ le estén por
dar de comer” durante todo el año. Entonces tendrá al niño “meneando la
cola” igual que su mascota durante todo el año, “profe, profe, ¿mañana
que vamos a hacer”?
Saber esperar, o como dice nuestro compatriota Drexler “amar la trama y
no el desenlace” estamos educados (o entrenados?) para amar el
desenlace, con lo cual no podemos disfrutar el camino.
El niño que esperaba la bicicleta todo el año, tenía un sentido, un
motivo por el cual llevarse bien con su hermano y estudiar para tener
buenas notas para fin de año. ¡¡Tenía una esperanza!!
La educación basada en el “empacho”, es la base de la desesperanza de
hoy en día, por lo tanto se expresa en el vacío existencial. Luego,
cuando llegan a la adolescencia e incluso a la adultez joven, no saben
qué quieren, porque no saben quiénes son ni a dónde van. Están
desorientados. Necesitan “desempacharse”, para volver a desear.
El “empacho” incapacita para desear, para caminar y para tolerar las frustraciones que se presentan en nuestro caminar.
Comer para llenar el vacío.
Según un estudio patrocinado por el Centro de Control y prevención de
enfermedades en EEUU, para el 2030 se pronostica un 42% de obesidad en
EEUU.
Facundo Ponce de León, en su excelente artículo “Consumirse” (blog
“filosofía y periodismo”), se desperdicia el 30% de los alimentos a
nivel global. Parece inconcebible que se tire el 30% de comida en el
mundo mientras al mismo tiempo hay desnutrición en tantos países. Yo le
llamo a esto el “complejo Susanita”, en honor al personaje de Mafalda
que dice siempre: “por suerte el mundo queda tan lejos”. Hacemos como si
nosotros no viajáramos en la misma nave,, como si hiciéramos la vista
gorda, el titanic se está hundiendo, pero seguimos en la planta alta,
cenando como si nada pasara.
El tema es que el agua está empezando a subir por el titanic, y la
tierra está empezando a expresar que no puede más, que si todos los
habitantes del planeta tierra vivieran como un estadounidense medio, se
necesitarían cuatro planetas tierra para regenerar lo consumido en sólo
un año. (Ver informe de la BBC, “planeta estado”)
¿Qué relación tiene todo esto con lo que venimos desarrollando en este artículo?
Pues tiene toda las conexiones que usted puede imaginar, ya que la
obesidad es una de las manifestaciones del consumo, o de las vidas de
consumo.
La gente está desorientada, está triste, entonces ¿qué hace? come y/o
toma para llenar el vacío, o se embota de comida como si fuera el fin
del mundo o como si no fuera a poder comprar o conseguir comida por
semanas. Así razona el psiquismo de nuestros hijos y adolescentes hoy,
no se alimentan, devoran.
Necesitamos entonces desarrollar estrategias de prevención desde niños y
ya hay algunas medidas alentadoras, como el descenso en el consumo de
tabaco, el sacar la sal de las escuelas etc., pero no es suficiente,
todavía faltan medidas más fuertes a nivel educativo y familiar.
Volviendo al ejemplo de Aldo Naouri, nuestros abuelos se educaron en la
sociedad de la pobreza, “crecían sabiendo que no se podía lograrlo todo,
pero disfrutaban lo poco que se lograba”; nuestros hijos crecen en la
sociedad de la abundancia, “no sé lo que quiero pero lo quiero ya”. Por
esto afirmábamos que crecen en la desesperanza.
Debemos ayudarlos a que recuperen el entusiasmo por vivir. ¿Cómo?
Primero, siendo felices nosotros. Cuando los papás me preguntan en la
consulta: “Alejandro, como hacemos para que nuestro hijo sea feliz”?,
siempre les respondo: “siendo felices ustedes!”
¡No hay otra receta! Si yo logro transmitirle a mi hijo que soy feliz
con mi pareja o solo, con mi trabajo o incluso si estoy desempleado
transitoriamente, mostrando una actitud de resiliencia y de optimismo…,
entonces mi hijo crecerá desde esa actitud de optimismo como punto de
partida.
Pero debemos cerrar las bocas, sean de pasta base, de marihuana, de alcohol, desde que son niños en casa. Ejemplo:
Cuando nuestros hijos nos dicen, “papá, estoy aburrido, ¿qué hago?”
Si yo salgo desesperado a resolverle el aburrimiento y le digo “come
algo”, o le digo “prende la TV”, ahí estoy tapando la boca del niño con
algo externo, lo que a su vez “abre las bocas” a una probabilidad
importante de consumo de droga en el futuro…
Si cada vez que se aburre, le digo “en esta casa hay dos horas de
aburrimiento por fin de semana, no lleno yo su vacío, no tapo su boca,
no lo empacho con comida, tv o cualquier pantalla, y logro o trato de
lograr que el niño salga solo de su vacío, que transforme el
aburrimiento , el vacío existencial en un vacío fértil, que es donde
nace la creatividad.
Cuando hago eso, estoy cerrando posibles bocas de pasta base o de alcohol en el futuro
Estoy previniendo, estoy por lo menos haciendo algo diferente, salgo a
jugar con el niño, pero no lo ayudo a tapar su vacío con algo externo,
sino que le enseño a que él puede salir solo y por lo tanto fortalezco
su psiquismo para que en el futuro, si se encuentra en una situación de
consumo (que es seguro que se va a encontrar) esté más fortalecido para
poder decir que no. Por supuesto que no es la única variable que
influye, pero es una de las más importantes.
En resumen, no claudiquemos de nuestro rol, podemos todavía ayudar a que
nuestros hijos transformen sus vivencias de aburrimiento en “espacios
de creatividad”.
De esa manera lograremos que crezcan en la esperanza y que salgan de la
situación de vacío que viven hoy que los lleva al consumo de alcohol
como relata el estudio, o a las picadas en motos y en auto, para ver si
se “sienten vivos.”
La analgesia vital que tienen no los hace sentir vivos; con una vivencia
sencilla familiar o personal como: leer un libro, pasar la tarde con un
amigo tomando mate o pescar pueden encontrar sentido porque ahí está la
vida, en las pequeñas cosas cotidianas que nos recuerdan como decía
Cortázar que “lo maravilloso puede darse, sin que haya una modificacion
espectacular de las cosas”
¡A descubrir la maravilla!
Logotips:
Dos horas de aburrimiento por fin de semana…
Apagón familiar: una vez al mes, se corta la luz (casualmente…) y es una
excusa para prender velas, desconectarse y jugar a las cartas.
Crear material desde la escuela y durante todo el liceo para trabajar emociones, actitudes, prevención de adicciones…
Seguir el ejemplo de la estación de servicio en San José que no le vende nada a motociclistas sin casco.
Libros recomendados:
Ante el vacio Existencial de Viktor Frankl
Sinay: La felicidad como elección.
Aranovich: ¿Quién nos robo el entusiasmo?
Baumann: Vidas de consumo.
Link:
www.logoforo.com
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Publicado por Daniel Lavorano para Bibliópolis: la ciudad de Daniel...